Sin cambios desde los sesenta, al llegar desde El Pireo, encuentro la misma atmósfera que en las instantáneas de entonces. Enseguida me acoge el puerto, rodeado por esos antiguos edificios de los capitanes que navegaban desde allí hacia el Egeo, donde las gaviotas vuelan en círculos. En el aire, solo el chapoteo de las olas y el canto de las cigarras.
En Hidra, se viaja lentamente, con los burros que transportan cestas cargadas de provisiones y víveres por el casco antiguo de Kiafa y los caiques que te llevan a las playas más aisladas. Al recorrer los más de 5 km de paseo marítimo, te deleitarán los barcos de madera pintados con colores vivos, las velas blancas, el mar resplandeciente y las criaturas marinas que habitan el fondo marino cristalino. Al atardecer, la playa Hydronetta ofrece el escenario ideal para tomar un ouzo en las terrazas excavadas en los acantilados.